Es una noche fría. Tan fría como todas las noches de la última semana. La playa está desierta. El vaho se deshace en jirones mientras sube al estrellado cielo nocturno. Entre las sombras se adivina la silueta del propietario de la caprichosa nube que se extingue en la inmensidad del cielo. Rodeado por las negras rocas de la bahía, permanece sentado Pietro. Aunque el frío es tan intenso que amenaza con congelar el mismo océano, éste solo lleva una cazadora encima de su sudadera favorita. Con suavidad, saca un cigarrillo de un paquete recién empezado. El pulso firme, la mirada serena, con un ligero movimiento el cigarrillo se encuentra atrapado entre sus labios. Automáticamente, un Zippo con el emblema de un famoso grupo de música, está preparado en su mano. Lo enciende. Observa el mar, tranquilo, como buscando algo. No quiere pensar en ella, no esa noche.
Con un ruido ensordecedor, una ola rompe. Se decide. Echa a caminar en dirección a su moto, aparcada un poco más arriba, en la explanada. Sube a prisa los gastados escalones de madera del paseo. Una vez allí, tira lejos el cigarrillo con un movimiento de su dedo corazón. Sube a la moto. En la silenciosa playa, se oye con fuerza el rugido del motor mientras arranca. Da gas y al segundo siguiente se encuentra corriendo a toda velocidad. Por fin va a poner un poco de orden en la locura en que se ha convertido su vida.
Me encanta :)
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