Palabras. Palabras que se quedan en la garganta, atadas y mudas, por el miedo a decir lo que se desea. Palabras que desaparecen entre la voluntad y las inhibiciones. Palabras acalladas y consumidas por el fuego de un sentimiento.
El muchacho tenía en su poder palabras, palabras amables, palabras de amor, palabras de odio, palabras de ira, palabras atentas y palabras desagradables. El muchacho las tenia y sin embargo no usó ninguna. No uso las palabras amables con el chico que le ayudo a levantarse cuando le dieron una paliza, porque su ira se lo impedía. No usó las palabras de amor con la chica que amaba desde hacia tiempo, porque su miedo a no ser correspondido no se lo permitía. No uso las palabras de odio con su mejor amigo cuando este le dio la espalda, porque le quería como a un hermano. No usó las palabras de ira cuando le dieron una bofetada, porque se sentía demasiado culpable. No usó las palabras atentas con su amigo cuando este se rompió una pierna, porque estaba demasiado ocupado pensando en sí mismo. Y no usó las palabras desagradables cuando hablaba con una chica que no tragaba, porque creía que debía ser educado.
Mediante una simple sucesión de hechos, pongo de manifiesto la incapacidad de las personas para decir lo que piensan, pues resulta evidente que cuando unas palabras entran en conflicto con un sentimiento siempre mueren estas víctimas de los opresores sentimientos. Desde pequeños nos enseñan modales, protocolos de comportamiento, formas de vida, pero incluso sin saberlo, lo que realmente intentan enseñarnos es a ser obedientes y a reprimir nuestros impulsos para no decir lo que realmente queremos.
El muchacho tenía en su poder palabras, palabras amables, palabras de amor, palabras de odio, palabras de ira, palabras atentas y palabras desagradables. El muchacho las tenia y sin embargo no usó ninguna. No uso las palabras amables con el chico que le ayudo a levantarse cuando le dieron una paliza, porque su ira se lo impedía. No usó las palabras de amor con la chica que amaba desde hacia tiempo, porque su miedo a no ser correspondido no se lo permitía. No uso las palabras de odio con su mejor amigo cuando este le dio la espalda, porque le quería como a un hermano. No usó las palabras de ira cuando le dieron una bofetada, porque se sentía demasiado culpable. No usó las palabras atentas con su amigo cuando este se rompió una pierna, porque estaba demasiado ocupado pensando en sí mismo. Y no usó las palabras desagradables cuando hablaba con una chica que no tragaba, porque creía que debía ser educado.
Mediante una simple sucesión de hechos, pongo de manifiesto la incapacidad de las personas para decir lo que piensan, pues resulta evidente que cuando unas palabras entran en conflicto con un sentimiento siempre mueren estas víctimas de los opresores sentimientos. Desde pequeños nos enseñan modales, protocolos de comportamiento, formas de vida, pero incluso sin saberlo, lo que realmente intentan enseñarnos es a ser obedientes y a reprimir nuestros impulsos para no decir lo que realmente queremos.
El reprimirse es algo que realmente podemos evitar, pero es difícil y lo preferimos a arriesgarnos a dejar escapar lo que pensamos.
ResponderEliminarEs muy complicado decir lo que se piensa libremente, pero a pesar de posibles pérdidas (pues quien no arriesga no gana, pero tampoco pierde) tienes por asegurado que siempre estaras contento contigo mismo, porque ante todo te eres fiel a ti mismo que es lo que verdaderamente importa en mi opinión.
Estoy totalmente de acuerdo con tu opinion, y de ahi el por qué de esta "Historia" supongo. Durante demasiado tiempo me he reprimido al decir lo que pienso, pero ya es hora de dejar de hacerlo (:
ResponderEliminar"Speak yoour mind, even if you are a minority of one." dijo Gandhi un día así que sigamos el ejemplo, y digámoslo, hablemos, usemos las palabras q tan necesarias nos son :)
ResponderEliminarEs no conformarse con lo que hay o lo que se piensa, debemos expresar lo que se siente y decirlo en el momento que hay que decirlo.
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